lunes, 4 de abril de 2011

TEMA 14. ALFONSO XIII. LA CRISIS DE LA RESTAURACIÓN


EL REGENERACIONISMO

Se llama Regeneracionismo al movimiento intelectual que entre los siglos XIX y XX medita objetiva y científicamente sobre las causas de la decadencia de España como nación. Su principal representante fue el aragonés Joaquín Costa con su lema «Escuela, despensa y doble llave al sepulcro del Cid».
La palabra regeneración se encuentra ya a principio del siglo XIX y está tomada del léxico médico, como antónimo de corrupción, a fin de metaforizar una expectativa política. Su desarrollo a fines del siglo XIX es una consecuencia directa de la crisis del sistema político fundado por Cánovas del Castillo: la alternancia de partidos, que había proporcionado al país una falsa estabilidad, era ilusoria y se sostenía sobre la base de una gran corrupción política que impedía visualizar la efectiva miseria del pueblo y el mal reparto geográfico de una tardía revolución industrial; el pucherazo electoral y el triunfo de una oligarquía económica y política, que habían relegado el papel motor de la burguesía a los reductos catalanes y vascos, adueñándose prácticamente de todo el suelo productivo del campo español mediante tramposas desamortizaciones que generaron improductivos latifundios, creando mano de obra barata en una extensa clase de jornaleros hambrientos. Este término se definió ideológicamente a través de la influencia del Krausismo, filosofía que pregonaba la libertad de conciencia.
revolución industrial; el caciquismo,
Los escritores del Regeneracionismo reaccionan contra la descomposición del sistema canovista, publicando estudios y ensayos que denuncian esta situación, que llega a hacerse evidente con la derrota del técnicamente obsoleto ejército español en la guerra contra Estados Unidos de 1898, y la pérdida de lo que quedaba del imperio colonial español.
(Wikipedia)

LA CUESTIÓN SOCIAL

"Después de medio siglo de (...) pronunciamientos, manifiestos, revoluciones, (...) cambios de régimen y de dinastía, proclamación de Constituciones (...), tenemos lo que se pedía, constitución liberal, (...) sufragio universal, derechos individuales y, sin embargo, seguimos lo mismo que estábamos: el pueblo gime en la misma servidumbre que antes, (...) su mísera suerte no ha cambiado en lo más mínimo, (...).

¿Y sabéis por qué? Porque esa libertad no se cuidaron más que de escribirla en la "Gaceta", (...) porque no se cuidaron de afianzarla dándole cuerpo y raíz en el cerebro y en el estómago, promoviendo una transformación honda de la agricultura, que haga producir doble que al presente y disminuya el precio de las subsistencias, y, mediante la difusión de la propiedad territorial, elevando a los braceros a la condición de terratenientes. (...) No vieron que la libertad sin garbanzos no es libertad. No vieron que por encima de todas las Constituciones y de todos los derechos individuales (...) el que tiene la llave del estómago tiene la llave de la conciencia, y, por tanto que el que tiene el estómago dependiente de ajenas despensas no puede ir a donde quiere, no puede hacer lo que quiere, no puede pensar como quiere, no puede el día de las elecciones votar a quien quiere; no reflexionaron que el que no sabe es como el que no ve, y que el que no ve tiene que ir conducido por Lazarillo a donde el Lazarillo quiere llevarle, que raras veces es a donde al ciego le conviene, que casi siempre es a donde le conviene al lazarillo, (...) la revolución no pudo rendir fruto alguno, quedó estéril".

Joaquín Costa. "La tierra y la cuestión social"


OLIGARQUÍA Y CACIQUISMO
«Los factores que integran esta forma de gobierno... son tres:
1º Los oligarcas (los llamados primates, prohombres o notables de cada bando que forman su «plana mayor», residentes ordinariamente en el centro);
2º Los caciques, de primero, segundo o ulterior grado, diseminados por el territorio;
3º El gobernador civil, que les sirve de órgano de comunicación y de instrumento. A esto se reduce fundamentalmente todo el artificio bajo cuya pesadumbre gime rendida y postrada la Nación.
Oligarcas y caciques constituyen lo que solemos denominar clase directora o gobernante, distribuida o encasillada en «partidos»... y no es sino un cuerpo extraño, como pudiera serlo una facción de extranjeros apoderados por la fuerza de Ministerios, Capitanías, telégrafos, ferrocarriles, baterías y fortalezas para imponer tributos y cobrarlos... Si aquellos bandos o facciones hubiesen formado parte de la Nación, habrían gobernado para ella, no exclusivamente para sí; habrían cumplido por su parte los deberes que ellos imponían a la Nación y serían, efectivamente, una clase en relación a otras clases, componentes con ellas de la colectividad nacional... .
El señor Labra ha observado sobre el suelo de la Península dos grupos de hombres:
«uno que, tranquilo y disfrutando de las comodidades de un hogar bien dispuesto y acondicionado, decreta la guerra, y otro que la sostiene a miles de leguas de su familia y en medio de toda clase de privaciones». ¿Por dónde llamaríamos porción integrante de la Nación y clase directora a esos que decretan valientemente la guerra y obligan a aquellos a quienes no permitieron votar a que vayan a la manigua, quedándose ellos en casa?»

JOAQUÍN COSTA: Oligarquía y caciquismo. Madrid, 1901.


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