El turno de partidos se mantuvo hasta 1917 pero con dificultades. Los partidos se fragmentaron a la muerte de Cánovas (1897) y Sagasta (1903), sustituidos por líderes de menor talla, lo que originó inestabilidad política con crisis ministeriales continuas, que el rey trató de resolver interviniendo activamente en los cambios de gobierno.
El primer intento regeneracionista fue el de Silvela, sucesor de Cánovas en el Partido Conservador; Fernández Villaverde, ministro de Hacienda, logró superar el déficit económico causado por la pérdida de las colonias.
Antonio Maura, sucesor de Silvela, presidió dos gobiernos (1903-1904 y 1907-1909) en los que intentó la “revolución desde arriba” con el objetivo del “descuaje del caciquismo” y la incorporación de las clases medias a la vida política mediante la ley de Reforma Electoral de 1907. En 1908 creó el Instituto Nacional de Previsión para abordar reformas sociales. Su proyecto reformista quedó abortado por el estallido de la Semana Trágica.
Desde las filas liberales también se llevó a cabo un programa de regeneración y modernización nacional, en especial con José Canalejas, presidente del gobierno desde 1910, que profundizó en la separación de la Iglesia y el Estado; la protección laboral y promovió la Ley de Mancomunidades para integrar al nacionalismo en el sistema.
“Uno de los primeros y más importantes orígenes del mal que aqueja a la patria consiste en el indiferentismo de la clase neutra. Yo no sé si su egoísmo es legítimo, aunque sí sobran causas históricas para explicarlo. Lo que digo es que no se ha hecho un ensayo para llamarlos con obras, que es el único lenguaje a que ellos pueden responder; llamarlos con obras vibrantes, para despertarlos y conmoverlos, para arrancarlos de su inanición y de su egoísmo, para traerlos por la fuerza a la vida pública. Por eso he dicho y repito que España entera necesita una revolución en el gobierno radicalmente, rápidamente, brutalmente; tan brutalmente que baste para que los que estén distraídos se enteren, para que nadie pueda ser indiferente y tengan que pelear hasta aquellos mismos que asisten con resolución de permanecer alejados (…).No; más que nunca es ahora necesario restablecer aquella ya casi olvidada, de tiempo que ha que fue perdida, confianza entre gobernantes y gobernados; y ya no hay más que un camino, que es la revolución audaz, la revolución temeraria desde el Gobierno, porque la temeridad es, no obra de nuestro albedrío, sino imposición histórica de los ajenos desaciertos. Nunca habría sido fácil la revolución desde el Gobierno, nunca habría sido recomendable, si hubiera podido dividirse la facultad y esparcirse la obra en el curso del tiempo; pero cada día que pasa, desde 1898, es mucho más escabrosa, mucho más difícil, y el éxito feliz mucho más incierto; y no está lejano el día en que yano quede ni ese remedio (…).Ahora es menester oponer a las izquierdas que actúan en la vida pública todas las derechas y traerlas con plenitud de sus fuerzas sociales a la vida y a la influencia del Estado.La política conservadora tiene que adoptar los procedimientos democráticos y las garantías constitucionales y los derechos individuales, que son ahora la fuerza conservadora, la única que puede salvar a la sociedad; por eso no hay ni siquiera un soloacto mío que no esté inspirado en esa convicción, y por eso creo que la política con-servadora consiste en traer íntegramente todo el fondo social a la influencia y a la acción del Estado, de modo que la democracia comprenda absolutamente la acción íntegra de las fuerzas de toda la nación, asistiendo al Gobierno”.
MAURA, A. Treinta y cinco años de vida pública, 1902-1913. Madrid, Biblioteca Nueva, 1917.
"Yo no creo que los partidos sean un mal. Lo que deploro es que no existan; Pero todavía peor que el que no existan es simular que existen y sobre una simulación fundar un gobierno y toda la suerte de un país (...). Como es menester despertar a la opinión dormida, a la opinión desviada, a la opinión descreída y recelosa, hay un error que está muy en boga y que acaso sea lo más íntimo y trascendental del pensamiento del señor Cánovas del Castillo: el error de que las reformas que lastiman intereses colectivos, clases respetables, fuerzas del Estado, se han de mirar con mucha circunspección y que no se puede tocar a estas cosas (...).Uno de los primeros y más importantes orígenes del mal que aqueja a la patria es el indiferentismo de la clase neutra. Yo no sé si su egoísmo es legítimo, aunque sí sobran causas históricas para explicarlo (...). Por eso he dicho que España entera necesita una revolución en el gobierno (… ). No; más que nunca es ahora necesario restablecer aquella ya casi olvidada, de tiempo que ha que fue perdida, confianza entre gobernantes y gobernados; y ya no hay más que un camino que es la revolución audaz, 1a revolución temeraria desde el gobierno (...) pero cada día que pasa, desde 1898, es mucho más escabrosa, mucho más difícil, y el éxito feliz mucho más incierto; y no está lejano el día en que ya no quede ni ese remedio (...). Ahora es menester oponer a las izquierdas que actúan en la vida pública todas las derechas y traerlas con plenitud de sus fuerzas a la vida y a la influencia del Estado. La política conservadora tiene que adoptar los procedimientos democráticos y las garantías constitucionales y derechos individuales, que son ahora la fuerza conservadora, la única que puede salvar a la sociedad (...)".
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